02/07/2023: XIII Domingo del tiempo ordinario.
El que pierda la vida por mí, la encontrará.
Citas:
1ª lectura: Reyes 4,8-11.14-16.
Salmo: 88 Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
2ª lectura: Romanos 6,3-4.8-11.
Evangelio: Mateo 10,37-42.
Comentario: Perseverar en esa confianza de la victoria sobre el mal y la muerte supone romper con los miedos, las estructuras, las tradiciones, los intereses… que nos atan y no nos dejan la libertad suficiente para hacer todo el bien que pudiéramos llevar a cabo.
Los asuntos prácticos o jurídicos y las leyes sobre muchas cuestiones pertenecen a otros estamentos; nosotros, los creyentes cristianos, hemos de proclamar la ayuda, la entrega, la solidaridad, la hospitalidad, la acogida… sin fronteras, con la certeza de que siempre recibiremos un premio a cambio.
Ser testigos de Jesucristo no cosiste en propagar ideologías ni doctrinas, sino en tener una actitud existencial de vida que nos identifique con el crucificado. Dios actúa misteriosamente en cada una de nuestras historias personales y en las de los demás. Nuestra fe implica una participación en la vida de Jesucristo vivo y resucitado y es el bautismo el sacramento de iniciación de este misterio de solidaridad y comunión con Jesucristo y con la humanidad, sepultura del hombre viejo y renacer a una nueva vida, la que Jesús nos ha ganado con su sacrificio y resurrección. Una vida desde el amor, la esperanza, el compromiso con Dios y la acogida y solidaridad con los demás. Una vida de experiencia victoriosa sobre el mal y la muerte, con la confianza en la victoria de Dios.
Si seguimos a Jesús Nazareno; a veces hay que renunciar a nosotros mismos y hasta a nuestros familiares y amigos por voluntad propia. Si mi familia, mi pueblo, la sociedad que me rodea… me imponen criterios de mi existencia, de mi libertad, de mi paz… que me impiden estar con Jesucristo y su proyecto, he de ser fiel antes a él que a los demás.
No se trata de desestabilizar a la familia ni a la sociedad por amar más a Dios que a los nuestros; se está proponiendo otra manera de ser padre, madre, hermano, hijo, amigo… desde el proyecto de Dios y no desde nuestros apegos e intereses. No se deben de imponer los lazos de sangre, ni la familia, ni la cultura heredada, para anular la verdad de la Palabra de Dios y el Evangelio ni impedir nuestra actuación según esa verdad.
El seguidor de Jesús debe de amar en una cadena mucho más grande que la propia familia; incluso a nuestros enemigos, según Jesucristo. El Evangelio no permite el odio de ninguna de las maneras, por tanto crearnos enemigos en nuestra mente y en nuestro corazón por considerar que van contra nuestros intereses familiares es anular el Evangelio.
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