24/11/2024: XXXIV Domingo del tiempo ordinario. Festividad de Cristo Rey.
Jesucristo manifiesta su poder desde la misericordia y el amor de Dios.
Citas:
1ª lectura: Daniel 7,13-14.
Salmo: 92 El Señor reina, vestido de majestad.
2ª lectura: Libro del Apocalipsis1,5-8.
Evangelio: Juan 18,33b-37.
Comentario: En nuestra historia humana hemos podido comprobar lo nefasto de la ideología del reinado, del poder, del imperialismo… y cómo, el aferrarse a ella ha venido provocando: injusticias, conflictos y guerras cada vez mayores; manchando la tierra con la sangre de inocentes a los que no se les ha dejado vivir su existencia y de cuya muerte, los únicos responsables son sus mandatarios; provocadores e iniciadores de tales conflictos y guerras.
La lógica egoísta e individualista de la riqueza, de los mercados y del poder ha ido pervirtiendo todos los ámbitos, acabando incluso con aquellos en los que la entrega y la gratuidad se daban por hecho, como es la familia.
Aunque proclamamos los derechos y la dignidad inviolable de todos los seres humanos, valoramos a las personas por su consumo, por lo rentables que son económicamente y por el crecimiento económico que nos aportan; y en torno a todo ello creamos nuestros estados e imperios, sin atender a cada persona en su necesidad existencial. Pero no ha habido ni habrá en la tierra ningún imperio de este tipo que permanezca para siempre si es inhumano, opresor y se basa en la injusticia, la insolidaridad, y la mentira del poder y del crecimiento económico, aunque pretenda ser o parecer divino.
Nuestra única esperanza no puede estar basada en el poder económico, ni político, ni del desarrollo armamentístico; sino que hay que sustentarla en el poder del Espíritu de Jesucristo; el Espíritu de Dios hecho hombre que nos ha traído, para siempre, un reino de justicia, de paz y de fraternidad, desde el perdón, la misericordia y el amor, para liberarnos así del mal y de la muerte; haciéndonos dignos hijos suyos y partícipes de su eternidad y de su gloria.
Jesús Nazareno viene a darnos testimonio como rey de ese reinado, para siempre, con sus palabras y obras en favor nuestro, de toda la humanidad; con su sacrificio y muerte en la cruz. Un reino que no es de este mundo porque no se asienta sobre la mentira, la tiranía y la injusticia del poder humano y de la riqueza, sino sobre la verdad de la realidad humana y de la sabiduría del Dios de la vida. Un reino que ha de construirse desde el corazón del ser humano como persona y desde esa verdad de Dios que los que se consideran poderosos se niegan a escuchar; anclados en sus egoísmos y creyéndose inmortales; separados de los demás y de lo que en sí mismo es Dios: camino, verdad y vida desde la misericordia y el amor.
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