06/10/2024: XXVII Domingo del tiempo ordinario.
El amor verdadero en familia, meta del hombre y de la mujer.
Citas:
1ª lectura: Génesis 2,18-24.
Salmo: 127 Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.
2ª lectura: Hebreos 2,9-11.
Evangelio: Marcos 10,2-6.
Comentario: Está claro que en nuestra vida no podríamos reproducirnos y continuar existiendo como especie sin la participación conjunta del hombre y de la mujer; ambos somos imprescindibles para esa unión reproductiva que desarrollan nuestros gametos y que es necesaria también en casi todas las especies animales y vegetales; y es que por sí solos no tenemos esa capacidad de auto replicarnos. Por todo ello ambos tenemos la misma importancia en los planes de Dios para el mantenimiento de la vida humana y poseemos la misma relevancia y dignidad ante Él.
El encuentro, el diálogo, la comprensión, el afecto y el amor mutuo, es lo que nos dará la posibilidad de continuidad de vida en nuestros hijos, desde la paternidad y la maternidad libremente elegida por ambos; pero necesariamente responsable; Todo eso requiere: preparación, unidad, convivencia, entrega, esfuerzo y sacrificio. La familia es por ello una comunidad de vida y de amor para el bien de los hijos, de los progenitores y de toda la sociedad entera pues es en ella donde se aprenden y se cultivan los verdaderos valores humanos.
No podemos poner en duda que el matrimonio y las familias en general vienen siendo atacadas por muchas ideologías e intereses en casi todas las culturas, pasando por momentos delicados. La historia nos demuestra que nuestras relaciones familiares no se corresponden muchas veces con el proyecto de Dios; la sumisión de la mujer al hombre como ser de segundo orden, la falta de comunión, respeto, y dignidad entre los miembros familiares, la ausencia de valores necesarios a desarrollar para que exista una autentica convivencia… provocan crisis, rupturas y desestructuración familiar que indudablemente repercuten en todos; por ello es necesario seguir adelante según los caminos marcados por Dios creador. Es necesario dirigir la mirada a Jesús Nazareno para reencontrar, desde él, esa dimensión manifestada en la creación de igual dignidad del hombre y de la mujer y la necesidad de la entrega y el amor mutuos. Todas las leyes y tradiciones que permiten y favorecen la ruptura y el desamor responden a intereses egoístas humanos y a la dureza de nuestro corazón frente a la defensa de los seres en inferioridad de condiciones que van a sufrir las consecuencias de esa ruptura; normalmente la mujer y los hijos pequeños, pero también en ocasiones los hombres.
Dios ha creado a la familia humana como comunidad de vida y de amor para la prosperidad de la misma, la convivencia en comunión y la felicidad. El propio Jesucristo con su palabras evangélicas es quien conduce a las personas a esa fuente de la cual arranca el verdadero sentido humano; nuestra misión en el mundo y la libertad para acatar el verdadero proyecto de Dios para toda la humanidad.
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