Salmo: 84 Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
2ª lectura: 2ª San Pedro 3,8-14.
Evangelio: Marcos 1,1-8.
Comentario: Las mentiras, las catástrofes, las injusticias, la violencia, las guerras…sólo sirven para aumentar nuestros miedos e inseguridades, también para disminuir nuestros valores; humanos, religiosos, nuestra fe… creándonos serias dudas en la acción liberadora del Dios de la vida si no reflexionamos sabiamente sobre todo ello.
El adviento es un tiempo de esperanza, de retomar los caminos para llegar a la verdadera liberación para la humanidad, de comenzar de nuevo a ver con más lucidez todo lo que realmente debe de ser lo más importante y que nos lleva a todos los seres humanos a una existencia más en armonía con la vida y más feliz; desde la verdad, la justicia, la paz… practicando para ello la entrega, la misericordia y el amor mutuos. La humanidad sólo tiene futuro andando por los caminos de la vida según Dios; itinerarios que hay que preparar y saber recorrer. Esos caminos son el Evangelio (La Buena Noticia) que deberá llegar a todos nosotros como Reino de Dios en contraste con todas esas cosas negativas de nuestro pasado histórico y de nuestro presente, como algo nuevo, radical, positivo y vital para nuestra existencia futura.
Es esencial “buscar el Reino de Dios y su justicia”. Rebelarnos frente a la indiferencia social que nos impide ver la vida de los demás, sobre todo de los que sufren; los últimos y desamparados. Hemos de resistirnos a formas de vida impuestas que nos encierran dentro de nuestros egoísmos.
El adviento es una esperanza que está en la entraña misma de la historia de la salvación humana, que se vive en el tiempo presente y único de que disponemos cada uno de los seres humanos para realizar nuestra vida, y en la que todos debemos de comportarnos de la manera más positiva posible para el bien nuestro y de los demás.
El compromiso por la paz y la entrega entre las personas y de las personas con Dios es el camino que nos acerca cada día, cada instante, a la nueva tierra y al nuevo cielo. Un compromiso que debe de llevar implícita la transformación personal y colectiva de todos para la promoción de la paz, la práctica de la justicia social y el respeto a la dignidad y a los derechos de la persona; desde la humildad, la ayuda, el amor fraternal.
Jesucristo es a la vez la proclamación de esa Salvación ofrecida por Dios al mundo y el objeto de esa proclamación. En él se cumplen todas las promesas de Dios y los éxitos de la humanidad. Nuestra misión es estar atentos para que su venida como Mesías se realice en cada tiempo presente, para el bien común, dejándonos llevar continuamente por su presencia para siempre entre nosotros, a través de su Espíritu recibido en los sacramentos y que nos garantiza esa conversión nuestra y los dones necesarios para poder afrontarla.
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