Salmo: 21 Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?
2ª lectura: Filipenses 2,6-11.
Evangelio: Pasión según S. Marcos 15,1-39.
Comentario: En un mundo como el nuestro que atraviesa por tantas dificultades e incertidumbres y donde se ponen de manifiesto continuamente: la fragilidad y la debilidad de las personas ante la propia naturaleza, el poder, el egoísmo, la mentira, la maldad, el dolor, la enfermedad, la muerte… la tarea del siervo de Dios no puede ser otra que la de animar y abrir caminos para consolarnos durante este tránsito nuestro por aquí; para darnos esperanzas y palabras de aliento que iluminen nuestra existencia modificando así nuestras actitudes negativas en esta vida, a fin de obtener el disfrute de la verdadera felicidad humana siendo útiles a los demás. Para ello, el siervo de Dios ha de estar siempre en permanente comunicación con Él y ha de enfrentarse al esfuerzo y al sacrificio, porque no va a estar exento de oposición, ultrajes, sentencias injustas, atropellos vejatorios… por el simple hecho de considerarse, no sólo siervo del Dios de la vida sino además, como Jesús Nazareno, hijo de Dios.
La Pasión y muerte de Jesucristo en la cruz nos abre de par en par a la ignominia de un mundo egoísta, enfrentado, violento y cruel, frente a la mansedumbre del siervo de Dios; del Hijo de Dios que a pesar de su muerte en la cruz, luego, gracias a su resurrección gloriosa, siempre estará entre sus discípulos y entre los que sufren esa ignominia injusta y cruel por parte de los que se creen más listos y poderosos.
La fe nos abre a ese proceso por el cual ese Dios de la vida y del amor, por medio de su hijo Jesucristo, quiere compartir con nosotros la vida, más allá de nuestra propia fragilidad, debilidad y muerte, acompañándonos por siempre.
Los poderes mundanos nunca soportan a quienes, con el don de la profecía, saben ver que han de estar al servicio de la humanidad y en las manos del Dios de la vida, pero aunque sienten que Dios los ama como un padre; a pesar de su entrega total; saben también que Dios no les va a eximir de ese sacrificio fruto de su libertad, porque el amor infinito de Dios al ser humano nunca va a forzar esa libertad nuestra.
Es ese amor de Dios por la humanidad lo que se manifiesta en la pasión de Jesucristo voluntariamente aceptada y prueba de su entrega a todos; lo mismo que también se conmemora en cada Eucaristía para poder tomarlo a Él y a sus palabras y obras como normas para la verdadera vida; como pan que alimenta y da fuerza y vino que da verdadera liberación y felicidad; sin ningún tipo de regateo ni miedo al sufrimiento y a la muerte.
Es el gran poder del amor de un Dios que se manifiesta en la debilidad humana y hace diferente la lógica suya frente a la nuestra, confundiendo así nuestra sabiduría, nuestra vanagloria, nuestro poderío y afán de riqueza desbordante, que al final terminan en la nada, la miseria y la muerte; frente al gran misterio de la gloria eterna y de la resurrección de Jesucristo y de quienes libremente opten por seguirle, para dar así al mundo verdadera liberación, felicidad y vida.
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