“Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios”
Citas:
1ª lectura: Jonás 3,1-5.10.
Salmo: 24 Señor, enséñame tus caminos.
2ª lectura: 1ª Corintios 7,29-31.
Evangelio: Marcos 1,14-20.
Comentario: Es normal que el vivir diariamente desde las preocupaciones de este mundo nos haga olvidarnos de otras dimensiones de la propia existencia más veraces, trascendentes e importantes que las que experimentamos diariamente. Poco a poco nos vamos acostumbrando a convivir con las tensiones diarias que nos imponen y a las que nos someten los que pretenden manejar los hilos del poder, de la economía y de la historia, desde sus soflamas ideológicas y adoctrinamientos, para que nos olvidemos de nosotros mismos y de nuestra verdadera finalidad en este mundo; así, vivimos atemorizados, desconcertados y radicalizados: en las prisas, en el consumo, en el hedonismo… desde una productividad supuestamente enriquecedora y competitiva que destruye la naturaleza y a nosotros mismos, anulando nuestro bienestar armónico, nuestro equilibrio emocional y nuestras relaciones: con la familia, con los demás, con la propia naturaleza y con la vida que por ella recibimos; perdiendo esa sabiduría interior y esa otra felicidad, fruto del vivir según el proyecto del creador; un Dios misericordioso y clemente que va modificando a quienes desde su humildad, sus debilidades y sus errores se acercan a él. Un Dios capaz de perdonarnos, incluidos los opresores de todos los tiempos, para que cambiemos de actitud, una vez conscientes y arrepentidos de todo lo que hacemos mal.
Es hora de poner frente a frente el proyecto de vida de Dios para todos, según las necesidades de cada uno, con los deseos egoístas de los seres humanos que se creen poderosos y por encima de los demás; de comenzar a vivir una etapa nueva desde la soberanía y la sabiduría del Creador para hacer posible ese reinado de verdad, de justicia, de paz, de equidad, de liberación… desde la gratitud y la entrega amorosa y nunca desde la confrontación y la competencia. De llevar a cabo eso para lo que Jesús Nazareno vino al mundo; para que seamos capaces de saber discernir entre el bien y el mal, de interpretar y comprender esta vida sobre la tierra adecuadamente, poniendo el corazón y la esperanza en el bien de todos y en la meta final de cada uno, amándonos unos a los otros; como él hizo y nos pide que hagamos también nosotros; siendo así testigos y parte de su obra salvadora, poniendo en práctica sus palabras, con la ayuda del Dios de la vida (Padre, Hijo y Espíritu Santo).
Pero no es posible realizar esos cambios si por nuestra parte no hay verdadera conversión, si no analizamos racional y sabiamente nuestra existencia desde otro punto de vista que no sea únicamente el de nuestros intereses egoístas y parciales; si no vivimos desde la comunión con el Dios Creador de la vida y con las demás personas, si no entendemos que nos necesitamos mutuamente como hermanos para vivir dignamente y a Dios como Padre que cuida de todos.
Es importante que como discípulos de Jesucristo nos convirtamos, no en aislados seguidores de doctrinas, sino en activos rescatadores de seres humanos; personas para una causa común que debe ser y es: la vida digna, la felicidad y la salvación de todos.
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