Salmo: 99 Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
2ª lectura: Romanos 5,6-11.
Evangelio: Mateo 9,36-10,8.
Comentario: Nos gusta vivir independientes. Como pueblo somos esa masa que espera que nos atiendan: en los centros sanitarios, los bancos, las oficinas del estado… soportando las colas y las aglomeraciones pero sin participar en la experiencia de conocer y compartir las necesidades y el misterio de la vida de cada persona. Paradójicamente nos escondemos entre esa multitud para no ser detectados.
Medimos la popularidad y categoría de nuestros dirigentes, obsesionados por la audiencia de las masas; por su capacidad de convocatoria y la cantidad de personas que arrastran tras ellos. Sin embargo, Dios; que nos ama, se compadece de todos y quiere revelarnos su proyecto de vida, su reino; no obtiene de nosotros esa respuesta unánime; porque la decisión de cada uno la deja a nuestra plena libertad para que, los que quieran; dejándose llevar por sus palabras y obras y llevándolas a término, sean el testimonio de la verdadera liberación y del sentido de la vida desde él.
Hoy, Jesucristo también se compadece de todos nosotros, ya que; como aquellas muchedumbres anónimas, impersonales, susceptibles de engaños y manipulaciones; seguimos viviendo instrumentalizados, materializados, engañados, dispersos y abandonados; “como ovejas sin pastor”. Y expone esta situación nuestra a sus discípulos, con la imagen de que “la mies es mucha” y hacen falta muchos trabajadores para implicarnos, en su proyecto de compasión y de convivencia; en esa misión de entregarnos a los demás para darles vida, convirtiéndonos, de muchedumbres enfrentadas unas a otras, en una única comunidad fraterna. Él nos conoce a cada cual por nuestro nombre y nos llama sin comprometer nuestra libertad ni avasallar nuestra intimidad, a nuestra misión en su proyecto, igual que a los apóstoles, para convertirnos en comunidad y compartir la vida y los bienes. Sin organizar, mandar, imponer; sino curándonos y convirtiéndonos en personas únicas y no en individuos de una multitud.
Igual que él, no podemos quedar impasibles ante las necesidades de los demás, de la humanidad entera. Nos urge tomar partido de su misión, actuar y no desesperar. El, que se define como Buen Pastor, nos conoce y nos cuida, como a ovejas de su redil, buscando a las descarriadas y curando a las enfermas. Necesitamos experimentar junto a él, desde nuestra dedicación y trabajo, cómo vamos sanando de nuestros intereses y egoísmos, resucitando de esas zonas insensibles y muertas de nuestra existencia, limpiarnos de la lepra que nos aísla y separa de los más necesitados viviendo en nuestras falsas seguridades, librarnos de los demonios del pasado para abrirnos a la esperanza del futuro. Todo ello desde la gratuidad, sin dejarnos manipular, comprar, vender… por nada ni nadie, sólo atendiendo a la fuerza de su Espíritu, mirando a los demás desde el mismo amor que él nos tiene.
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