26/02/2023: I Domingo de Cuaresma.
Permanecer fuertes para no caer en las tentaciones.
Citas:
1ª lectura: Génesis 2,7-9;3,1-7.
Salmo: 50 Misericordia, Señor; hemos pecado.
2ª lectura: Romanos 5,12-19.
Evangelio: Mateo 4,1-11.
Comentario: Los seres humanos somos lo que somos y valemos lo que valemos. Provenimos, como todos los seres vivos, de la creación de Dios a partir de lo finito: el barro de la tierra, pero también de lo infinito: su soplo de vida, ese espíritu que Dios introduce en nuestro ser y que nos diferencia a cada uno. No podemos ser ni más ni menos. Es nuestra libertad la que nos hace escoger responsablemente entre vivir a semejanza de Él, haciendo el bien a los demás desde el amor; o vivir desde nuestros egoísmos.
La humanidad, según nuestra naturaleza, no está hecha para una existencia independiente, individual y en soledad, sino para una vida en familia, en comunidad, en sociedad, dependientes de todo lo que Dios nos da a través de lo creado. Nuestra responsabilidad es proteger la vida en general y desarrollar la humanidad futura cuidando de todos, sin desordenar todo lo recibido para transformarlo, desde nuestro egoísmo, en bien exclusivo de cada cual y mal para los demás.
Dios nos ha creado como algo bueno y regalo para los otros: en libertad, igualdad de derechos y responsabilidades, en dignidad ante las diferencias; expresando con ello el amor por todo lo creado y su voluntad de que vivamos felices y en paz. Nuestro peor pecado es querer ser como Dios y creer que podemos manipular la vida.
Nuestro mayor error es hacer de la satisfacción de nuestras necesidades materiales el objetivo absoluto de nuestra existencia, creyendo que la felicidad se encuentra únicamente en la posesión y disfrute de los bienes materiales conseguidos; y es que nuestros anhelos no se apagan sólo con el sustento de nuestro cuerpo; precisamente para liberarnos de la miseria, del hambre y de la muerte que las necesidades materiales nos provocan, hemos de despertar también en nosotros el hambre de justicia y de amor hacia los demás contra las situaciones de satisfacción desmesurada que deshumanizan.
El ser humano sólo se transforma en persona cuando aprende a escuchar la voz de Dios que nos llama a vivir en fraternidad y amor, compartiendo y dándonos para crear vida, y no riqueza a través de esclavitud. También nos equivocamos buscando el éxito y el poder personal por encima de todo y de todos y a cualquier precio.
No es posible humanizar la vida desde la imposición sobre los demás ni sobre la mentira y menos cuando el prestigio y el poder entran en rivalidad. La persona sólo se engrandece cuando es capaz de vivir para el servicio generoso a los hermanos dándose como regalo de Dios al otro desde la fraternidad.
Otro error consiste en utilizar a Dios de manera interesada intentando resolver los problemas de la vida sin esfuerzo ni trabajo, evadiéndonos de nuestras responsabilidades y haciéndole a él responsable de todo lo que ocurre, bueno y malo, cuando no somos capaces, ni siquiera, de escuchar en nuestro interior su llamada profética, ni las palabras evangélicas de Jesucristo para que trabajemos por el bien común desde el amor y la fraternidad. Necesitamos no escuchar tanto la voz del tentador y entender lo que significa permanecer fieles a un Dios de vida, Padre y creador de todos.